
Se dice que durante su breve florecimiento, los cerezos representan la metáfora de la vida: breve, intensa y fugaz. Esto guarda relación con parte del código samurai en Japón. Es más, el emblema de los guerreros samurai era la flor del cerezo. La aspiración de un samurai era morir en su momento de máximo esplendor, en la batalla, y no envejecer y "marchitarse", como tampoco se marchita la flor del cerezo en el árbol.
También es símbolo de felicidad y renovación, marca el inicio de la primavera y de un nuevo año. Antes de la existencia de los calendarios, los japoneses se basaban en el florecimiento de los cerezos para comenzar a plantar el arroz.
En Japón se realiza el festival de Hanami en su honor puesto que es su flor más significativa; durante éste los familiares y amigos se reúnen en los parques con cerezos bajo la sombra de los mismos y, a modo de pic-nic, comparten alimentos mientras celebran la aparición de las flor. Disfrutar de los cerezos en floración ha sido una costumbre en Japón desde el S. VII, cuando los aristócratas se entretenían mirando los árboles en flor y escribiendo poemas.
La floración de los cerezos comienza generalmente en enero en Okinawa, y alcanza su punto álgido entre marzo y abril en la región de Honshu. En Hokkaido, las flores por lo general alcanzan su mayor belleza a finales de mayo.
La leyenda de la flor de Sakura
Según la historia, los árboles de Sakura eran blancos originariamente, de hecho existe una variedad que es blanca; sin embargo hay otra variedad, con un tono rosado. Esto se debe a que durante la Era Mejí, en Japón, era muy común que se fuera a buscar la las casas a los mejores samuráis que habían sin importar lo viejo que fueran. Entonces, se volvió muy común que las esposas de samuráis quedaran solas, por lo que estableció una ley en la que se le prohibía a la mujer casada de un samurai en batalla que se viera con otro hombre que no fuera de su familia. La pena para cualquier mujer que fuera encontrada con otro hombre era la de ser asesinada junto a su acompañante, y solo sería libre de casarse o juntarse con amigos si esta probaba que su esposo había muerto en combate.
Muchas mujeres que quedaron viudas, sin embargo, en señal de amor eterno a sus esposos, se pintaban en la espalda el nombre de su marido y se suicidaban. Este ritual siempre lo hacían frente a un árbol de flor de cerezo, que con la sangre que absorbía, sus flores se fueron tornando rosadas.
Es así que cada vez que salía un samurai de su casa se sembraba un árbol de Sakura en su honor… O por si era necesario.
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